Sentado en vuestra celda, recordad a Dios, elevad vuestro espíritu por encima de todas las cosas y posternáos en silencio ante Él; desparramad a sus pies todos los sentimientos, toda la disposición de vuestro corazón, adhiriendo a Él por un amor de caridad.
El recuerdo de Dios es la contemplación de Dios atrayendo hacia El la mirada y el deseo ardiente del espíritu, e iluminándolo con su propia luz.
El espíritu que se vuelve hacia Dios suspende todos los conceptos y ve entonces a Dios sin imagen y sin forma; y en la incognocibilidad suprema, en la gloria inaccesible, El ilumina su mirada.
No comprende -pues su objeto es incomprensible- y sin embargo conoce, en verdad, a Aquél que es, en esencia, el único que posee aquello que sobrepasa al ser.
En la desbordante beatitud que brota de este conocimiento alimenta su amor y conoce así un reposo bienaventurado y sin límites. Tales son los caracteres del verdadero recuerdo de Dios.
de Teolepto de Filadelfia
(1250 – 1321/6)
Filocalía
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